Abdicación de Alfonso XIII

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Abdicación de Alfonso XIII

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El general Dámaso Berenguer sustituyó a Miguel Primo de Rivera al frente del Gobierno de la dictadura, el 30 de enero de 1930. El Rey Alfonso XIII encargó a Dámaso Berenguer liderar la transición política al sistema constitucional. De esta manera, la monarquía buscaba su reconciliación con los partidos tradicionales, tras la represión sufrida durante la dictadura. La etapa del Gobierno Berenguer se conocería con el nombre de la 'dictablanda'. Niceto Alcalá Zamora, político conservador y ex-ministro de la monarquía, convocó el 17 de agosto de 1930 a los partidos republicanos y de izquierdas a una reunión para analizar el futuro político de España.
Los líderes del movimiento republicano y socialista pactaron la caída de la monarquía mediante un golpe de Estado. El 12 de diciembre, los capitanes Fermín Galán y García Hernández protagonizaron la sublevación de Jaca. El fracaso de la rebelión supuso la ejecución de los dos caudillos militares y el ingreso en prisión de los tenientes Juan Rubio (de Cartagena) y Joaquín Mellado (de Lorca). El día 15 del mismo mes, el general Queipo de Llano y el aviador Ramón Franco protagonizaron un levantamiento republicano en el aeródromo de Cuatro Vientos, pero también fracasó por falta de apoyo civil y militar. Los dos cabecillas militares lograron la huida al extranjero. El Ejecutivo represalió al Comité Revolucionario republicano mediante el encarcelamiento de la mayoría de sus miembros en la Cárcel Modelo de Madrid.
La inestabilidad política provocó la dimisión del presidente Dámaso Berenguer. El monarca Alfonso XIII designó como nuevo jefe del Gobierno al militar Juan Bautista Aznar, el 18 de febrero de 1931. El almirante Aznar nombró ministro de Fomento al político murciano Juan de la Cierva Peñafiel, padre del inventor del autogiro. El encargo principal del Ejecutivo Aznar era la convocatoria de elecciones municipales para el restablecimiento definitivo del sistema constitucional, mediante la elección de alrededor de 80.000 concejales de los Ayuntamientos españoles.
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se desarrollaron con normalidad en toda España desde la apertura de los colegios. Los únicos incidentes en la provincia de Murcia consistieron en dos intentos de compra de votos en la capital, una en la taberna junto a la iglesia de San Juan y otra en el colegio electoral del Hospital, y la no constitución de varias mesas electorales "por falta de elementos", destacan los diarios 'El Liberal' y 'La Verdad'. Por la tarde, los primeros resultados del escrutinio indicaban la victoria republicana en los principales núcleos urbanos.
El día 13 de abril, las autoridades confirmaban la victoria republicana en las grandes ciudades (Madrid, Barcelona y Valencia) y en 41 de las 50 capitales de provincia (incluida Murcia). Sin embargo, los candidatos monárquicos lograron el triunfo en las áreas rurales, donde habitaba el 80% del total de la población en España. En la provincia de Murcia, los republicano-socialistas ganaron en los núcleos urbanos de la capital del Segura y en Cartagena, pero cayeron derrotados en Lorca. Los monárquicos obtuvieron la victoria en 19 municipios de la provincia frente a los 10 de los republicanos. Las elecciones no se celebraron en algunas poblaciones por la ausencia de una candidatura alternativa a la monárquica (proclamada ganadora de forma automática). En este caso, el triunfo electoral correspondía a la candidatura única de signo monárquico.
Los municipios monárquicos de la provincia fueron Lorca, Abanilla* (*influencia caciquil), Abarán, Albudeite*, Alhama, Blanca, Bullas, Campos del Río*, Cehegín, Fortuna, Fuente Álamo, Librilla, Mazarrón*, Molina de Segura, Mula, Ojós*, Torre Pacheco, Ulea y Las Torres de Cotillas. Por su parte, los candidatos republicano-socialistas ganaron en Murcia, Cartagena, Águilas, Alcantarilla, Archena, Caravaca de la Cruz, Cieza, Jumilla, Totana y La Unión. Por comarcas, los monárquicos triunfaron mayoritariamente en la Oriental, el Valle de Ricote, la Vega Media, el Mar Menor, el Valle del Guadalentín y el Noroeste y los republicanos en el Altiplano, la Huerta de Murcia y el Campo de Cartagena. La red caciquil del ministro Juan de la Cierva Peñafiel influyó decisivamente en la victoria monárquica en los pueblos más pequeños (*). Sin embargo, por primera vez desde el inicio de la Restauración monárquica (a finales del siglo XIX) las elecciones municipales de 1931 permitieron el derrumbamiento del caciquismo en las ciudades y en las poblaciones medianas y grandes del mundo rural.
Los resultados parciales de las elecciones señalaban el día 13 de abril una victoria monárquica en número de concejales, 21.150 frente a 5.175, con el escrutinio del 32% de los votos realizado. Sin embargo, los republicanos interpretaron los comicios municipales como un plebiscito popular entre monarquía o república y el resultado como un anhelo unánime de cambio de régimen entre el pueblo español, debido al triunfo de los republicanos en la mayoría de las ciudades. Los líderes republicanos consideraron los resultados electorales en el mundo rural, nulos, por la influencia del caciquismo en muchos pueblos y aldeos. Por la tarde, los republicanos lanzaron un ultimátum al monarca, con el apoyo de la Guardia Civil y parte del Ejército, para que abandonara el país. "Si quienes ejercen las funciones de Gobierno no acatan el fallo con violencia, declinaremos la responsabilidad de cuanto ocurra y actuaremos con energía y prestanza para implantar la república".
El Rey Alfonso XIII convocó al Gobierno de Juan Bautista Aznar a una reunión urgente para analizar la crisis política. El monarca se mostraba abatido por el resultado electoral en las capitales de provincia. "Tengo el convencimiento de que los votos adversos no se formaron contra el régimen monárquico, ni contra los que habéis gobernado, sino que fueron contra mi gestión. Por eso me corresponde antes que nadie dirimir este pleito de una manera terminante y definitiva", recoge el diario 'El Tiempo'. El Gobierno estaba dividido en la respuesta a la crisis: el conde de Romanones proponía la entrega del poder a los republicanos para mantener la paz social, y el ministro murciano Juan de la Cierva apostaba por la continuidad de la monarquía, a la espera de unas elecciones generales. El presidente Aznar y la mayoría de los ministros apostaban por la primera opción, la dimisión. "¿Qué más crisis quieren ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se levanta republicano?", argumentó.
En la mañana del día 14 de abril, el Rey se reunió con sus ministros y consejeros antes de tomar una decisión definitiva. El conde de Romanones, en nombre del Gobierno de la monarquía, negoció con los republicanos en el domicilio del doctor Gregorio Marañón el cambio de régimen, a cambio de garantizar la seguridad de la Familia Real en su salida de España. Por la tarde, Alfonso XIII presentaba su renuncia al trono, en Consejo de Ministros, debido al varapalo electoral en las ciudades, al ultimátum del Comité Revolucionario republicano y a los consejos del conde de Romanones. El monarca pretendía con su marcha evitar un baño de sangre en España. "Las elecciones me revelan que no tengo hoy el amor de mi pueblo. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas con quienes las combaten. Pero quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil".
Tras la renuncia del monarca Alfonso XIII al trono de España, el presidente del Comité Revolucionario, Alcalá-Zamora, proclamó el nacimiento de la II República desde el balcón de la Puerta del Sol, a las siete de la tarde, ante la algarabía del pueblo madrileño. "Las elecciones del domingo han tenido un complemento grandioso con el requerimiento que ayer hizo la opinión pública para que el régimen monárquico desaparezca y la implantación en el día de hoy de la República por un acto de voluntad soberana, de iniciativa del país sin el menor trastorno, completando aquella empresa de tal manera, que el mundo entero sentirá y admirará la conducta de España, ya puesta en otras manos con un orden ejemplar", declaró.
En Murcia, el Comité Revolucionario tomó posesión del Ayuntamiento de la capital provincial en la tarde del día 14 con el izado de una bandera republicana de seda. Los líderes republicanos lanzaron un discurso conmemorativo de la instauración del nuevo régimen y rindieron un homenaje a la figura de Antonete Gálvez, jefe histórico del republicanismo murciano, mostrando su retrato desde el balcón principal del Consistorio, ante la multitud congregada en la plaza de La Glorieta. "Ha quedado esta tarde proclamada la República en nuestra ciudad. Provisionalmente, quedamos constituidos en Junta Revolucionaria que asume la dirección del Gobierno en Murcia mientras no se constituya el primer Ayuntamiento de la República. Seremos inflexibles en estirpar radicalmente cualquier obstáculo que pretenda desviar los destinos históricos de un pueblo libre, que acaba de romper las cadenas de la tiranía". Además, un grupo de republicanos celebró el nacimiento de la II República con el repiqueteo de las campanas de la Catedral y el ondeamiento de banderas tricolor desde lo alto de la torre, a pesar de la oposición de la Iglesia. El primer alcalde de Murcia en esta etapa sería José Ruiz del Toro (PSOE).
En Cartagena, el pueblo celebró con júbilo el advenimiento del nuevo régimen. "Hasta el muelle llegan las entusiastas aclamaciones de una muchedumbre, que enardecida de júbilo, aplaude y vitorea a los oradores que desde el balcón principal de nuestro Ayuntamiento anuncian la proclamación de la República, izando solemnemente la bandera tricolor… Y mientras llega hasta ellos el eco de las aclamaciones, la marinería de la escuadra presenta armas y suenan los acordes de la Marcha Real. ¡Son los últimos honores a la bandera de la monarquía caída!", describe el periodista Juan Marinero. El primer alcalde de la II República en la ciudad portuaria sería Francisco Pérez Lurbe (Alianza Republicana).
Por la noche, el Rey Alfonso XIII partió en coche alrededor de las 21 horas desde el Palacio Real de Oriente en Madrid a la ciudad de Cartagena, escoltado por las fuerzas de seguridad en un convoy de cinco vehículos, para marchar al exilio. En el primero iba la escolta real; en el segundo, el Rey junto a su primo el infante don Alfonso de Orleáns; en el tercero, el ministro de Marina Rivera; y en el cuarto y el quinto, agentes de la Guardia Civil y los equipajes del monarca. El Gobierno provisional de la II República emitió un comunicado al pueblo cartagenero "para que procurase guardar el mayor respeto al monarca y se abstuviera de manifestaciones callejeras".
La comitiva real pasó por Murcia sobre las tres de la madrugada y llegó al Arsenal de Cartagena a las cuatro ante la antenta mirada de unas doscientas personas. Una compañía de infantería de Marina garantizaba la seguridad en la entrada del Arsenal e impedía el acceso a la población civil. El capitán general del Departamento, almirante Magaz; el gobernador militar de Cartagena, general Zubillaga, y el comandante general del Arsenal, Ángel Cervera, recibieron cordialmente a Su Majestad en el embarcadero. Tras una charla distendida, el Rey subió a bordo del buque Príncipe Alfonso, a las cinco y cuarto de la madrugada. Los militares despidieron a Alfonso XIII al grito de ¡Viva el Rey! y el monarca contestó ¡Viva España! El monarca embarcó rumbo a Cádiz para recoger al infante don Juan antes de viajar a Londres. La reina Victoria Eugenia y sus hijos salieron de España, el día 15 de abril, en el tren de Hendaya rumbo a Francia con la escolta del director de la Guardia Civil, el general José Sanjurjo, informó el diario 'La Verdad'. La II República era ya una realidad.

Autor

María Guerrero Raja
Samuel Hernández Alajarín
Antonio Frutos del Castillo
Mónica García Vidal
Magdalena González Gomariz

Fecha

El texto fue publicado en el diario ABC el 17 de Abril de 1931

Archivos

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Colección

Citación

María Guerrero Raja et al., “Abdicación de Alfonso XIII,” Cartagena ayer y hoy, consulta 19 de abril de 2024, https://cartagena.omeka.net/items/show/93.